Acéptenlo: hoy el mundo es digital
Familia estadounidense en un Ford T, el coche que revolucionó la industria del automóvil (imagen: William Creswell / Flickr).
A finales del siglo XIX, un ingeniero autodidacta, Frederick Winslow Taylor, comenzó a aplicar la organización científica a las tareas que se realizaban en sus fábricas siderúrgicas. Y a comienzos del siglo XX, a otro ingeniero estadounidense le dio por aplicar un método parecido a la fabricación de automóviles, lo que revolucionó la producción industrial.
El primero dejó escrito que el principal objetivo de su organización científica del trabajo consistía en «garantizar la prosperidad máxima, tanto para el empleador como para cada uno de los empleados».
Henry Ford –que así se llamaba el segundo ingeniero– se olvidó de los segundos agentes de la recomendación de Taylor (los empleados) y desde entonces no todos estamos satisfechos con la actual distribución del horario de trabajo. Entonces importaba poco; hoy importa mucho.
Que nadie se lleve a engaño: el tiempo en el que estamos entrando, según estudios recientes, es un mundo de trabajo continuo y formación permanente en el que será mucho más importante esta última que la formación inicial. No vamos derechitos, a pesar de lo que cree la gente, a tener que elegir entre trabajar menos o dedicar más horas a pensar nuevas soluciones.
También es tiempo de plantearse qué hay de verdad en el supuesto uso o abuso de las nuevas tecnologías, responsables de la sobrecarga cognitiva y la saturación de la memoria que sufrimos. Uno de los grandes abanderados de ese planteamiento es el fabricante alemán de automóviles Volkswagen, que ha programado sus servidores para que sus empleados no puedan recibir correos electrónicos profesionales entre las seis y cuarto de la tarde y las siete de la mañana ni los fines de semana. Una iniciativa que también han seguido Canon y, en Francia, la Société Générale.
Por otro lado, se equivocan los que continúan esgrimiendo la supuesta y futura separación ad vitam aeternam entre la esfera impuesta por el trabajo y lo que nos gustaría hacer. Ambas serán la misma gracias a la revolución educativa, que es lo que de verdad nos va a cambiar la vida.
¿Qué pensamos hacer con una población que vivirá mejor y más años y que será más productiva gracias al progreso tecnológico? En otros términos, ¿se debe seguir utilizando a esa población como en siglos pasados o, por el contrario, convendría empezar a repartir el trabajo menguante pero compensado por nuevas formas gracias a la revolución educativa en ciernes?
La verdad es que en el campo educativo todo está por hacer. Efectivamente, deberemos contar con un sistema que nos permita Desaprender lo aprendido (más intuición y menos Estado), saber trabajar en equipo, apuntarse a la multidisciplinariedad en lugar de aborrecerla y aceptar que el mundo de hoy es digital. Quien mejor ha descrito lo que viene ha sido Sydney Brenner, premio Nobel de Medicina en 2002: «Si sabes demasiado sobre un tema, dirás que “no funciona”; mientras que si uno es ignorante, va intentando cosas. Lo bueno de ser joven es que eres un outsider y un afortunado por ignorar la mayor parte de las cosas. Para los jóvenes, las mejores oportunidades en ciencia están simplemente en hacerla».
Via: http://www.eduardpunset.es/22641/general/aceptenlo-hoy-el-mundo-es-digital
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