No es la primera vez que veo al público en general aceptar el discurso de los demás. Los pensamientos –hoy lo sabemos– son el resultado de haber pergeñado a lo largo del tiempo, y no siempre en la misma dirección, la primera constatación inicial.
No me extraña nada que los primeros homínidos prefirieran, sin embargo, codearse solo en pequeñas aglomeraciones; casi todos sus vecinos eran enemigos y tenían tendencia a engañar al resto. El propio idioma, al comienzo, resultó ser un invento para engañar a los demás. Por eso prevaleció siempre la mirada o la caricia.
Muchas veces cuesta aceptar que las reglas seguidas durante siglos hayan dejado de estar vigentes, o casi. No asombra a demasiada gente que, por primera vez en la historia, todo debe amoldarse a la «antigua constitución». ¿Alguien sabe de veras el detalle de la antigua constitución? He hecho la prueba, personalmente, de ver lo que la gente entendía por la «nueva constitución». En términos generales, ni idea.
A la mayoría de la gente lo que le cuesta admitir es lo nuevo que está descubriendo: que la memoria es mucho más frágil de lo que creía. Todos los grandes científicos están hoy de acuerdo en que la realidad puede ser muy distinta de la memoria que habían conservado de ello.
La catedrática de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid Mónica de la Fuente me explicó en una ocasión que los humanos tenemos, además de la edad cronológica, una edad biológica; y estas no tienen por qué coincidir. La edad biológica nos indica cuánto envejecemos. Una persona puede tener 60 años cronológicos, pero, si se cuida, come bien, hace deporte y soporta poco estrés, su edad biológica puede ser de solo 40 años.
staphylococcus
Bacterias de la especie Staphylococcus aureus siendo ingeridas por un neutrófilo, un tipo de glóbulo blanco (imagen: NIAID / Flickr).
Los científicos están descubriendo que uno de los principales reguladores de nuestro envejecimiento es el conjunto de bacterias que tenemos los humanos. Somos una comunidad andante de bacterias, ya que nuestro cuerpo alberga hasta diez veces más bacterias que células propias.




Pues bien, del conjunto de bacterias que viven en nuestros intestinos, unas nos benefician y otras nos perjudican. El que predominen unas u otras depende, sobre todo, del estado de nuestro sistema inmunitario, el cual depende, a su vez, de la dieta, del deporte y de nuestras emociones.
En situaciones de estrés, los humanos liberamos una hormona que se llama cortisol. Esta hormona cumple su función, pues en situaciones de peligro o riesgo nos puede alertar para poder reaccionar a tiempo. Seguramente, nos salvó la vida varias veces cuando aún vivíamos en las cavernas y el oso de turno nos acechaba.
Hoy resulta que el tipo de vida que llevamos es responsable de que mucha gente sufra estrés y libere cortisol de manera sostenida. Ahora bien, el cortisol en exceso tiene efectos perjudiciales para la salud. El principal es que causa un desequilibrio del sistema inmunitario; por eso, en situaciones de ansiedad somos más propensos a contraer alguna enfermedad, porque nuestras defensas están en baja forma.
Así que no solo hay que cuidar la dieta y la forma física. También debemos esforzarnos en padecer menos ansiedad. Y esto requiere, sin duda, saber gestionar las emociones de uno mismo. Saber qué sentimientos se mueven por ahí dentro y aprender a gestionarlos; es lo que se denomina «aprendizaje social y emocional», algo que todavía no está incorporado en los currículos escolares de este país, pero que es crucial para que los futuros ciudadanos no sucumban a los desafíos de la sociedad actual.





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